1ª Carta de San Jerónimo


Venecia, desde la Trinidad, 5 de julio de 1535.
A Agustín Barili
, siervo de los pobres.

 

1 Carísimo Padre en Cristo. En mis últimas cartas he dado respuesta a las vuestras de Como y a las de Juan Antonio. Por lo que se refiere a quedar libre de mis compromisos, mucho me temo que la cosa vaya para largo y sólo Dios sabe cómo y dónde. 3 En cuanto a la ayuda que más de una vez hemos solicitado, no le veo sino dos soluciones: una, que pidamos a Dios Padre que envíe obreros, ya que aquí la necesidad es la misma o mayor, creedme; la otra, que se persevere hasta el final, o sea, hasta que el Señor nos indique una salida y que tengamos plena seguridad de que ésta viene de El.4 En cuanto a mi ausencia, debéis de saber que yo no os abandono nunca, valiéndome de esas oracioncillas que yo sé; y aunque no esté con vosotros en el campo de batalla, oigo perfectamente el griterío y alzo mis brazos en oración todo lo que puedo. 5 Aunque bien es verdad que yo no soy nada. Tened por seguro que mi ausencia es necesaria: las razones son muchas, pero si la Compañía estará con Cristo se alcanzará el objetivo; de no ser así, todo se perderá. La cosa es discutible, pero la conclusión es ésta. Así pues, rogad a Cristo peregrino diciéndole: ¡Quédate con nosotros. Señor, pues se hace tarde! 6 Y si no os parece entender la razón por la cual mi ausencia es necesaria, volved a escribirme: creo que podré contentaros.

 

7 Comunicad a todas las obras que me escriban a menudo y detalladamente y que primero os envíen a vos las cartas; y una vez leídas, enviádmelas pero sin dejar de remediar mientras tanto cuanto convenga, según Dios os de a entender.8 Ordenad igualmente al señor Juan Pedro que continúe en los dos cargos particulares, que parece que le son muy adecuados y que me informe a menudo y con todo detalle, siempre en la forma acordada. Y siempre os mande a vos las cartas que sean para mí. Los dos cargos a los que me refiero son:que no deje de proveer del mejor modo posible con cuanto Dios le inspire para confirmar a los del Valle en las buenas devociones; y además que se ocupe de buscar trabajo para la Compañía.

 

9 A Juan Antonio el de Milán, que confirme a la Compañía en la paz y en la observancia de las buenas costumbres y en la devoción; y que envíen a los hospitales a cuantos no trabajan con paz, devoción y modestia.

 

10 A los siete, que se acuerden de mantenerse firmes mutuamente en el amor a Dios y al prójimo, y de las confesiones y comuniones a su debido tiempo.

" A los doce, que perseveren ellos mismos y hagan perseverar a los hermanos en las obras de Cristo; y que estén bien atentos para no volverse atrás ellos ni dejar que vuelvan otros.

 

12 El guardián tenga bien presente de que se conserven las buenas costumbres y no haga excepciones con nadie y procure que no se esté ociosos.

 

13 El lector se ocupe de que, de ahora en adelante, se lea con más frecuencia de cuanto se ha venido haciendo hasta ahora.

 

14 El hebdomadario convoque a los rezos a su debido tiempo; continúe leyendo durante la comida y explique lo que entiende; pregunte lo que no entiende y, sobre todo, que todo se haga con prontitud y mantenga a la Compañía en la devoción: si falta la devoción, faltará todo.

 

15 El responsable de la despensa no vuelva golosos a los niños, ni les haga sufrir; prevea bien la cantidad de pan, no espere a que falten los alimentos en casa y organice bien la cuestación para que la Compañía no pierda el camino de estar en la soledad.

 

16 Al señor cura Lazzarin, que sienta especialmente enco­mendadas a su cuidado esas ovejitas, si ama a Cristo. Y cuando sea tiempo de sus confesiones, que no espere a que lo llamen los muchachos, sino que él mismo los invite cálidamente a confesar y comulgar, según la buena devoción de siempre. Y no consienta que se enfríe el fuego del espíritu, no sea que todo se estropee. Y vaya frecuentemente a comer con ellos y les pregunte quien se quiere confesar. Y después de confesa­dos, los reprenda pública y privadamente, tal y como le sugiera la caridad de Cristo. Y que haga otro tanto con los hombres del Valle; mantenga las buenas devociones.

 

17 El responsable del trabajo se ocupe de que no se esté ociosos, busque trabajo,..., tenga en orden la gruta, se ocupe de que todos trabajen con discreción; cuide que no falten el trabajo, la devoción y la caridad, pues los tres son el fundamento de la obra.18 Que Juan Antonio el de Milán se atenga a la regla del trabajo, pues, con no trabajar, poco se confirma a los hermanos en la caridad de Cristo.

 

19 Los muleros cuiden de la burrita; vean si se puede conseguir una buena provisión de comida para ella; tengan la casa limpia.

 

20 El enfermero sea caritativo y se preocupe por los enfermos y les dispense una mayor atención durante los primeros días; si transcurridos los primeros días empeoran, envíense a Bérgamo. Se ocupe igualmente de los sanos, para que no cometan imprudencias y enfermen, aunque nunca antes se les haya encomendado esta responsabilidad a los enfermeros.

 

21 Al señor Juan, que sienta encomendada a él la obra y que no se pierda de ánimo ni ceda en el empeño por conseguir que todos sigan en el trabajo.

 

22 Sobre todo, que el señor cura Alejandro haga esta vez el esfuerzo por confirmar esa obra con la modestia que Cristo le inspire, sobre todo mortificando un poco a esos procuradores de Milán y haciéndose cargo de Romiero.

 

23 No puedo escribir más. Espero de todos los arriba men­cionados una detallada respuesta.

 

Venecia, desde la Trinidad, a 5 de julio de 1535.

 

Jerónimo