6ª Carta de San Jerónimo


Somasca, 11 de enero de 1537
A Ludovico Viscardi, en Bérgamo

 

' Señor Ludovico, hermano en Cristo dilectísimo. 2 Al no estar aquí el señor cura Agustín, nuestro padre, he leído, con su permiso vuestras cartas a él dirigidas; y puesto que lo informáis acerca de esos desórdenes de manera que se tome alguna medida, os contesto que, en cuanto llegue, que será dentro de pocos días, le mostraré vuestra carta y ruego a Dios que le haga ver el remedio y lo más conveniente.

 

3 Mientras tanto os ruego que llaméis al encargado, al recadero, al enfermero Juan, al despensero Job y a Martín, portador de la presente, y advertidles que yo les hago saber en nombre de Cristo que Dios los castigará, tal como ya he dicho a Bernardino primero más de una vez que Dios lo castigará si no se enmienda; y he sido mal profeta, aunque haya profetizado la verdad. Que se guarden de Dios: Dios los castigará si no se enmiendan. 4 ¿No saben que se han ofrecido a Cristo y están en su casa y comen de su pan y se hacen llamar siervos de los pobres de Cristo? ¿Cómo, pues, quieren hacer cuanto se ha dicho, sin caridad, sin humildad de corazón, sin soportar al prójimo, sin buscar la salvación del pecador y sin rezar por él, sin mortificación, sin rehuir ni el dinero ni el rostro de las mujeres, sin obediencia, sin la observancia de las normas en vigor?

 

5 ¿Creen que porque yo estoy ausente también está ausente Dios? Vean ahora claramente lo que, incluso en mi ausencia, me hace decir el Señor. Ellos saben si el Señor me lo hace decir; si yo no digo la verdad, yo mismo me hago cómplice del padre de la mentira y me convierto en miembro de este padre de la mentira. Ellos saben que yo digo la verdad: ¿por qué no la acogen como venida de Dios? Y si Dios por este medio les muestra que los ve, ¿por qué no temen a Dios? ¿Vivirán, pues, como hipócritas y obstinados? Si no se enmiendan y si el temor de Dios no obra en ellos, de nada valdrá el temor a los hombres. 6 Así que, de momento no sé decirles nada más que rogarles, por las llagas de Cristo, que quieran ser mortificados en todo acto externo suyo y revestirse interiormente de humildad, caridad y de unción; que se soporten unos a otros; que guarden obediencia y respeto por el encargado y por las santas y antiguas ordenanzas cristianas; amables y benignos con todos, sobre todo con los que viven en casa; y, por encima de todo, que jamás murmuren contra nuestro obispo, al contrario, que siempre -como hemos escrito en todas nuestras cartas- le obedezcan; y que sean asiduos en la oración ante el Crucificado, rogándole que les quiera abrir los ojos de su ceguera y suplicándole misericordia, o sea, que se hagan dignos de hacer penitencia en este mundo como prenda de la misericordia eterna.

 

7 En otras cartas hemos escrito que procuren mandar a estos pobres un par de tijeras y ungüento para la sarna; os lo repito, les hacen mucha falta.

 

8 También os recuerdo a vos vuestra salud. Yo no tengo tiempo para escribiros más, pues tenemos a casi todos los de casa enfermos de una enfermedad grave y hay más de dieciséis enfermos. Paz a vos.

 

9 Ya que viene el asno, dadle fuerzas, pues os mandaremos a Juan Francisco, que tiene una pierna gangrenada.

 

10 Somasca, 11 de enero de 1537.

 

Miani, por encargo